miércoles, 17 de julio de 2013

Carta en onda

Había una vez dos objetos que viajaban, en 2 planos diferentes, planos que bajo un rigor matemático se diría que son normales el uno al otro. Cada uno de ellos pasaba sus días flotando en el plano en el cual existia, imperceptible el uno para el otro, cada uno con su fuerza y sus distintas propiedades, cada uno cumpliendo sus deberes en tiempo y espacio, guardianes inamovibles de sus propios procesos.

De sus muchas cualidades, quizá la más común y a la vez la más extraña era el que eran invisibles, no solo el uno para el otro, sino para el resto de seres vivos, para el resto de la materia, con quienes sin saberlo interactuaban, de quienes, sin tener conocimiento de ello, se habían originado. Y no solo eran invisibles, sino que carecían de una consistencia, podrían atravesar una amplia cantidad de superficies sin que nadie involucrado en el proceso pudiera notarlo; sin embargo, para ellas, todo este constante traspaso de materia, les era pesado, con el tiempo iban haciendose pequeños, débiles, un simple fantasma de aquello que antes fueron. Había ocasiones, incluso, en las que chocaban con algo tan denso, que llegaba a retenerles, otras tantas incluso les reflejaba y les desviaba de su destino original.

En este punto debo detenerme un poco y quizá aclarar mi mente, pues el hablar de estos objetos, me ha hecho reflexionar como ser humano, pues aunque mi intención era hablar de esos objetos solamente, la verdad es que me he dado cuenta de que he hablado sin saberlo de un símil a la conducta humana. Los seres humanos ignoramos a aquellos fuera de nuestros planos, de nuestros círculos, vagamos sin saberlo con una inherente normalidad (matemática) que termina manteniendonos en contacto, pese a que no nos tengamos en cuenta. A veces encontramos obstaculos, y llenos de energía los superamos, pasamos a través de ellos como si nada, en otras nos quedamos atorados con algunos, y otros son tan infranqueables que terminan desviandonos de nuestras metas, quizá no seamos materialmente invisibles, como aquellos dos objetos, sin embargo, cuantas veces no nos hemos sentido así, invisibles a los ojos de quienes no comprenden, quizá inocentemente y no por malicia, nuestras propiedades, nuestros procesos, de los cuales somos inamovibles guardianes, porque siendo sinceros, si nosotros no los defendemos, entonces ¿quién lo hará?

Este mundo, gobernado por la soberbia humana, ha encontrado a nuestros dos objetos, y poéticamente ha descubierto que si bien cada uno de ellos se mueve por sus propios procesos, colectivamente pueden servir a un fin mayor. Ha visto que estos dos objetos marchan juntos, cruzando sus caminos, e incluso se ha obstinado en dedicar su tiempo a comprenderles de una manera demasiado específica, incluso ha tenido el detalle de erradicar su invisibilidad, dándoles un nombre y un rol, nuestros dos objetos ya no son sólo existentes, sino que son reconocidos, el reconocimiento es a fin de cuentas, lo que le da valor a una existencia, lo que hace que dejemos de ser realmente invisibles, lo que nos hace atractivos para el resto.

Como reflexión final, en esta historia, debo compartirle a usted, el nombre de nuestros vibrantes objetos, uno de ellos fue llamado "Campo Eléctrico" el otro "Campo Magnético" y gracias a que la gente decidió conocerles, ellos lograron conectarse, desde dos planos diferentes, y lograron, como toda energía, transmitirse, reflejarse y hasta ser absorbidos, en ondas compuestas por los dos de ellos, ondas electromagnéticas. Una historia de 2 objetos de planos distintos que cuando encontraron algo en común, no solo lograron comunicarse, sino que comunicaron al mundo entero, y vamos, poéticamente, ahora conectan a 2 individuos, a miles de kilometros, en planos físicos distintos, que seguramente habrán de comunicarse y encontrar puntos en común, para crear algo más grandioso, algún día.

FIN