Había una vez dos objetos que viajaban, en 2 planos diferentes, planos
que bajo un rigor matemático se diría que son normales el uno al otro.
Cada uno de ellos pasaba sus días flotando en el plano en el cual
existia, imperceptible el uno para el otro, cada uno con su fuerza y sus
distintas propiedades, cada uno cumpliendo sus deberes en tiempo y
espacio, guardianes inamovibles de sus propios procesos.
De sus
muchas cualidades, quizá la más común y a la vez la más extraña era el
que eran invisibles, no solo el uno para el otro, sino para el resto de
seres vivos, para el resto de la materia, con quienes sin saberlo
interactuaban, de quienes, sin tener conocimiento de ello, se habían
originado. Y no solo eran invisibles, sino que carecían de una
consistencia, podrían atravesar una amplia cantidad de superficies sin
que nadie involucrado en el proceso pudiera notarlo; sin embargo, para
ellas, todo este constante traspaso de materia, les era pesado, con el
tiempo iban haciendose pequeños, débiles, un simple fantasma de aquello
que antes fueron. Había ocasiones, incluso, en las que chocaban con algo
tan denso, que llegaba a retenerles, otras tantas incluso les reflejaba
y les desviaba de su destino original.
En este punto debo
detenerme un poco y quizá aclarar mi mente, pues el hablar de estos
objetos, me ha hecho reflexionar como ser humano, pues aunque mi
intención era hablar de esos objetos solamente, la verdad es que me he
dado cuenta de que he hablado sin saberlo de un símil a la conducta
humana. Los seres humanos ignoramos a aquellos fuera de nuestros planos,
de nuestros círculos, vagamos sin saberlo con una inherente normalidad
(matemática) que termina manteniendonos en contacto, pese a que no nos
tengamos en cuenta. A veces encontramos obstaculos, y llenos de energía
los superamos, pasamos a través de ellos como si nada, en otras nos
quedamos atorados con algunos, y otros son tan infranqueables que
terminan desviandonos de nuestras metas, quizá no seamos materialmente
invisibles, como aquellos dos objetos, sin embargo, cuantas veces no nos
hemos sentido así, invisibles a los ojos de quienes no comprenden,
quizá inocentemente y no por malicia, nuestras propiedades, nuestros
procesos, de los cuales somos inamovibles guardianes, porque siendo
sinceros, si nosotros no los defendemos, entonces ¿quién lo hará?
Este
mundo, gobernado por la soberbia humana, ha encontrado a nuestros dos
objetos, y poéticamente ha descubierto que si bien cada uno de ellos se
mueve por sus propios procesos, colectivamente pueden servir a un fin
mayor. Ha visto que estos dos objetos marchan juntos, cruzando sus
caminos, e incluso se ha obstinado en dedicar su tiempo a comprenderles
de una manera demasiado específica, incluso ha tenido el detalle de
erradicar su invisibilidad, dándoles un nombre y un rol, nuestros dos
objetos ya no son sólo existentes, sino que son reconocidos, el
reconocimiento es a fin de cuentas, lo que le da valor a una existencia,
lo que hace que dejemos de ser realmente invisibles, lo que nos hace atractivos para el resto.
Como
reflexión final, en esta historia, debo compartirle a usted, el nombre
de nuestros vibrantes objetos, uno de ellos fue llamado "Campo
Eléctrico" el otro "Campo Magnético" y gracias a que la gente decidió
conocerles, ellos lograron conectarse, desde dos planos diferentes, y
lograron, como toda energía, transmitirse, reflejarse y hasta ser
absorbidos, en ondas compuestas por los dos de ellos, ondas
electromagnéticas. Una historia de 2 objetos de planos distintos que
cuando encontraron algo en común, no solo lograron comunicarse, sino que
comunicaron al mundo entero, y vamos, poéticamente, ahora conectan a 2
individuos, a miles de kilometros, en planos físicos distintos, que
seguramente habrán de comunicarse y encontrar puntos en común, para
crear algo más grandioso, algún día.
FIN
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