martes, 6 de enero de 2015

Pasaje 1



Recorrí despacio los espacios de sabores infinitos, me hacías señales con las manos, para indicar cual sería el siguiente detalle que descubriría mi lengua en este viaje. A cada paso se escondía con la fricción del aire, un silencio gustativo, un segundo de limpieza, de donde brotaba la reacción a la sensación que percibía mi lengua. Te miraba, perdida en tu propia marea, sopesando el valor de cada ingrediente que mezclaba tu cabeza, entonces, ya decidida, con la magia de tus manos, hacías manifiesto un nuevo sabor, a veces lo mezclabas con el mundo, de una manera en la que no sabía si ya había estado siempre ahí o si tú lo habías creado. Una cosa era cierta, si no estuvieras a mi lado, recorriendo el mundo, bocado a bocado, quizá nunca habría sentido esa sutil transparencia en lo que es tenue, la sinestesia de sabores y colores que se gestan día tras día. No existe la perversión en algo tan puro como lo es tu creación culinaria, lo único profano, es cuando en mis manos, aparece el trueno, el recuerdo del tacto de tu espalda que me electrifica, al sentir tus alas, mi ángel de luz.

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